Pérez Azaústre ahonda en la relación entre Antonio y Manuel Machado, personalmente cercanos e ideológicamente distantes, en su novela ‘El querido hermano’

Burgos, 25 de febrero de 1939. Una triste noticia llega a los oídos de Manuel Machado en la fría madrugada de este sábado: su hermano Antonio, poeta y dramaturgo como él, ha muerto en trágicas circunstancias. Manuel y su mujer, Eulalia, reciben las condolencias de sus amigos y vecinos -la mayoría artífices del levantamiento nacional- en una habitación de la pensión Filomena. Ambos están atrapados en la capital del franquismo desde los albores de la Guerra Civil.

Al otro lado de ese muro ideológico estaba Antonio Machado, que representaba, en un país dividido en dos bandos, esa otra España: la de la República, la que lo arrastraría al exilio en Francia. Su pérdida supuso para Manuel el fin del mundo conocido, la desaparición de su alma gemela tanto en la literatura como en la vida. Tras conocer la noticia, Manuel y Eulalia embarcaron en un viaje a la tumba de Antonio Machado en Collioure, atravesando un paisaje devastado por la guerra fratricida.

Con esta premisa comienza «El querido hermano» (Galaxy Gutenberg), el último libro de Joaquín Pérez Azaustre, galardonada hace unos meses con el Premio Málaga de Novela. La biblioteca del Ateneo de Madrid -donde Antonio y Manuel Machado compartieron lecturas- acogió ayer la presentación del autor junto a Alfonso Guerra, expolítico socialista, y Jorge Bustos, subdirector de EL MUNDO.

Pérez Azaústre, prolífico autor de artículos, cuentos, antologías poéticas y novelas sobre la generación perdida y la memoria histórica, explicó que su obra parte de “un exhaustivo trabajo de documentación durante el confinamiento sobre la trayectoria biográfica de Manuel Machado”, con cuya semilla obtuvo la Beca Leonardo de Creación Literaria de la Fundación BBVA en 2018. “Hubo un impulso poético al final de Antonio y el comienzo de la vida de su hermano sin él”, dice Pérez Azaústre. Tenía que escribir esa historia”.

En él aborda la relación entre Manuel y Antonio, “extremadamente cordial hasta el final” a pesar de que el azar les situó en trincheras opuestas durante el conflicto armado. “Fue tan poderosa la unión de ambos, tan tejida, que no hubo trinchera que los separara, aunque la Historia se empeñara en hacerlo”, dijo Pérez Azaústre. “Rescatar a una figura que para los progresistas está totalmente desterrada es un logro, muy bien resuelto, además”, dijo Guerra, quien destacó la temperamento divergente de los hermanos: mientras Manuel era aventurero y tranquilo, Antonio era prudente y silencioso.

Tragedia de un país

Los Machado encarnan la tragedia de un país donde el fanatismo lucha contra los lazos afectivos, algo que amenaza con repetirse en tiempos de polarización. “Como vivimos en una democracia, aunque ha habido grietas, el ambiente de libertad, armonía y respeto nos permite empatizar con los demás, y confío en que el mundo que le dejemos a las nuevas generaciones no tenga mucho de eso”, dijo el escritor. A pesar del cainismo que le sirve de telón de fondo, según Bustos “la novela huir de ese fatalismo fratricida a los que estamos acostumbrados cuando se habla de política”.