Periódico «Tierra Soriana» (1908).
Nuestro patriotismo y la Marcha de Cádiz
Los últimos años de vida española han cambiado profundamente nuestra psicología. Acabamos de cosechar muy amargos frutos; y el recuerdo del reciente desastre nacional, surge en nuestro espíritu como una nube negra que nos vela el épico sol de otros días.
Tras un largo periodo de profunda inconsciencia, en que no faltaron lauros para los viejos héroes, ni patrióticas charangas, ni cantos de cuartel, perdimos – como todos sabéis – los preciosos restos de nuestro imperio colonial. Fue este un golpe previsto por una minoría inteligente y que sorprendió a los más. Imaginaos al pueblo español como a un hombre que, inesperadamente, recibiera un fuerte garrotazo en la cabeza, cayera a tierra sin sentido y al recobrarlo, se levantara preguntando: ¿Dónde estoy?
Comenzamos a despertar y a mirar en torno nuestro. Acaso el golpe recibido nos pondrá en contacto con nuestra conciencia.
Por lo pronto, nuestro patriotismo ha cambiado de rumbo y de cauce. SABEMOS (1) ya que no se puede vivir ni del esfuerzo, ni de la virtud, ni de la fortuna de nuestros abuelos; que la misma vida parasitaria no puede nutrirse de cosa tan inconsistente como el recuerdo; que las más remotas posibilidades del porvenir distan menos de nosotros que las realidades muertas en nuestras manos. Luchamos por libertarnos del culto supersticioso del pasado.
¿Nos valió, acaso, el heroísmo de Castro y Palafox, defensores de Gerona y Zaragoza, para salvar nuestro prestigio, en jornadas recientes que no quiero recordar? ¿Vendría en nuestra ayuda la tizona de Rodrigo, si tuviéramos que lidiar otra vez con la misma? No creemos ya en los milagros de la leyenda heróica.
Somos los hijos de una tierra pobre e ignorante, de una tierra donde todo está por hacer. He aquí lo que SABEMOS (2).
Y preferimos esta triste verdad a las estrofas fanfarronas de aquel poeta, que encarándose con España, le decía, entre otras cosas:
… porque indómitos y fieros,
saben hacer tus vasallos
frenos para sus caballos
de los cetros extranjeros.
SABEMOS (3) que esto no es verdad. Y cuando, en versos del mismo poeta, leemos:
… que no puede esclavo ser
pueblo que sabe morir…
sonreímos amargamente pensando que, si nuestro pueblo no sabe otra cosa, será siempre esclavo; porque la libertad se basa en la virtud contraria: en saber vivir, precisamente en lo que pretenden ignorar esos vasallos indómitos y fieros.
SABEMOS (4) que la patria no es una finca heredada de nuestros abuelos; buena no más para ser defendida a la hora de la invasión extranjera. SABEMOS (5) que la patria es algo que se hace constantemente y se conserva solo por la cultura y el trabajo. El pueblo que la descuida o abandona, la pierde, aunque sepa morir. SABEMOS (6) que no es patria el suelo que se pisa, sino el suelo que se labra; que no basta vivir sobre él, sino para él; que allí donde no existe huella del esfuerzo humano no hay patria, ni siquiera región, sino una tierra estéril, que tanto puede ser nuestra como de los buitres o de las águilas que sobre ella se ciernen. ¿Llamaréis patria a los calcáreos montes, hoy desnudos y antaño cubiertos de espesos bosques, que rodean esta vieja y noble ciudad? Eso es un pedazo del planeta por donde los hombres han pasado, no para hacer patria, sino para deshacerla. No sois patriotas pensando que algún día sabréis morir para defender esos pelados cascotes; lo seréis acudiendo con el árbol o con la semilla, con la reja del arado o con el pico del minero a esos parajes sombríos y desolados donde la patria está por hacer.
Hoy que removemos las nobles cenizas de los héroes de 1808, rindámosles el homenaje serio y respetuoso que merecen. Ellos conservaron, a costa de su sangre, la tierra que hoy debemos labrar. No insultemos su memoria con vanidosas fanfarronadas, ni hagamos resurgir aquella profunda inconsciencia que, al son de la marcha de Cádiz nos llevó a perder nuestras colonias. Convencidos de que SABEMOS (7) morir – que ya es saber – procuremos ahora aprender a vivir, si hemos de conservar lo poco que aún tenemos.
Antonio Machado
[2 de mayo de 1908]