El escritor y miembro de la Real Academia de la Lengua, Antonio Muñoz Molina y el hispanista y biógrafo, Ian Gibson reivindicaron hoy la figura del poeta andaluz, Antonio Machado, por ser “grande, por su claridad expresiva, su preocupación por la ecología, su defensa de la cultura popular y sus mensajes de plena actualidad”.
Ambos autores conversaron hoy en Soria sobre el escritor que llegó a principios de siglo a la ciudad castellano y leonesa y que le sirvió como inspiración para escribir “Campos de Castilla” en el marco del Festival Internacional de Literatura en español de Castilla y León (FILE). En concreto ambos abordaron en el Palacio de la Audiencia la figura del escritor sevillano desde el punto de vista de ‘La Dignidad y La Decencia’ en una conversación que fue moderado por el escritor soriano, César Millán.
Para Muñoz Molina, el escritor sevillano se lee en la adolescencia pero según lo relees en la edad adulta comprendes que es “mejor y más contemporáneo”. “Lo que hace Antonio Machado con la lengua castellana es prodigioso porque lo hace desde la conciencia de una tradición popular. La lengua de Machado es la lengua del habla. Es un defensor de la claridad en el habla y en la escritura como arma de la razón y la convivencia. Es ejemplar hoy y hace 80 años”, ensalzó.
Asimismo, significó que fue un autor que rechazó la agresividad en el lenguaje y también en las formas, que fue firme y cristalino con los principios democráticos y la tradición popular. “Esto es fundamental cuando vivía y hoy en día”, reiteró.
Por su parte, Ian Gibson, que abordó el personaje desde el punto de vista biográfico resaltó la herencia cultural recibida por el abuelo y el padre de Machado y como era un hombre “tímido, que no se reía en exceso, de palabra precisa y emoción contenida”.
Asimismo, reivindicó la palabra sin estridencia, y agregó que en una sociedad en la que “se grita” hoy Machado es más necesario que nunca, ya que ya advirtió que para dialogar es necesario preguntar y luego escuchar. “Todo el mundo quiere hablar para imponer su propio criterio, pero Machado recomienda escuchar y esto se da poco. Tal y como decía hay que aprender de la conversación”.
Ian Gibson, que lleva desde 1984 afincado en España, reconoció que, al igual que Machado, siente por España “amor y rabia”, ya que podría ser “mucho más de lo que es”. “Yo quiero la gran España culta y tranquila de Antonio Machado”, abogó.
Por su parte, Muñoz Molina se refirió al modo en el que la naturaleza está en la poesía de Machado, algo que en la poesía española no se da, y agregó que la sensibilidad hacia la naturaleza le hacen parecer un poeta “de otro sitio”.
Machado en Colliure
Ambos autores coincidieron en señalar que no tiene sentido trasladar los restos mortales de Antonio Machado desde Collioure (Francia) a España, ya que el hecho de que esté allí es algo “definitivo e irrevocable”.
En este sentido, Muñoz Molina aseguró que el cementerio de la localidad francesa es un “pazo sagrado”, mientras que Ian Gibson recordó que sería imposible traer los restos a Soria, por ejemplo, ya que el autor se enamoró en Segovia de otra mujer y la familia “no está de acuerdo con ello”.
El autor de ‘El jinete polaco’ aseguró que Antonio Machado, al igual que otros poetas de su generación, defendieron la templanza en la expresión escrita y el patriotismo en la educación.
Asimismo, describió al poeta como un andaluz serio, hostil a los estereotipos regionales y que traspasó idiomas, ya que sus poemas, incluso traducidos, siguen guardando su historia y su claridad contemplativa.
“Yo reivindico el andaluz serio que fue Machado, un andaluz profundo de Sevilla y del Palacio de las Dueñas. Su encuentro con Soria reforzó en él esa seriedad y ese sentido noble de la palabra”, afirmó.
Ian Gibson significó que para el poeta fue vital su paso por la Institución Libre de Enseñanza, y lamentó lo que se perdió en España por la cruenta Guerra Civil española y la Dictadura. “El franquismo tuvo y tiene poca conciencia medio ambiental y fueron muchos años de no poder reconocer lo que pasamos”, expuso.
Fuente: La Razón