La suite de la Federico García Lorca pasó su última Navidad en Barcelona. En diciembre de 1935 eligió la ciudad para estrenar la obra teatral Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, estrenada unos días antes en el Teatro Principal de la Rambla con la compañía de Margarida Xirgu. Ese gesto le valió una sonada cena de homenaje en el hotel Majestic con una minuta espléndida de ocho platos, vinos, champán y licores.

En las fotos que se conservan, grandes ramos de rosas blancas sobre las mesas, el poeta con una flor en la solapa y declamando brazos en alto, enérgico, captando toda la atención de los presentes… y también la de los camareros, solemnes pero curiosos. Federico era una estrella sin ni siquiera haber publicado (no lo vería en vida) su inolvidable Poeta en Nueva York.

Al año siguiente, justo un mes después del alzamiento, el 18 de agosto, García Lorca sería asesinado por los franquistas y enterrado (todavía) en paradero desconocido. La electricidad que desprenden las imágenes y que se conservan en el archivo del hotel, ponen los pelos de punta.

El acto de homenaje lo organizaron, como documenta Ángel Miguelsanz -economista y ex profesor de la Universitat de Barcelona-, escritores como Sagarra, Carles Soldevila, Joaquim Ventalló o Joan Puig i Ferrater. En el menú, el nombre del poeta impreso estaba impreso en catalán. Frederic. Era como decir: “Eres uno de los nuestros”.

“Federico y Barcelona siempre tuvieron una relación muy especial, veía que España tenía dos capitales y que la ciudad era muy abierta y muy cosmopolita, lo trataban muy bien y tenía grandes amigos, esos días frecuentó a Dalí, a Sebastià Gasch, a los Amics de les Arts, le encantaba la gente, bajar por la Rambla, el ambiente del Barrio Chino”, recuerda por teléfono Ian Gibson, 84 años y voz de roble, el biógrafo y máximo experto mundial en la figura del poeta.

“Siempre me preguntan por su muerte por dónde podría estar, pero a veces nos olvidamos de lo maravillosa que la vida de Federico. cuando iba a Barcelona frecuentaba todos los teatros que podía y sí, en efecto, allí estrenó rosita la soltera, obra que nunca vio estrenada en Madrid”, cuenta el autor irlandés, experto también en Machado y Dalí que está volviendo a sus raíces y revisando la figura de James Joyce y el Ulysses. Dalí y Margarida Xirgu eran las dos grandes amistades de Lorca en Catalunya.

Antonio Machado llegó a Barcelona en algún momento de inicios de abril de 1938 (la fecha exacta se desconoce) del avance de las tropas nacionales. Le quedaba menos de un año de vida. Había emprendido viaje desde Villa Amparo, en Rocafort, localidad vecina a València, huyendo al exilio. El Majestic, intervenido por las autoridades republicanas. se había convertido en un refugio de lujo para escritores buscando una salida de España.

Por sus pasillos y salones, Machado se cruzaban y departía con León Felipe y José Bergamín, que luego serían figuras trascendentales de la difusión de la cultura española. Felipe se marchó a México. Bergamín, obra aparte, siempre será recordado por dos cosas: encargarle el Guernica a Picasso y recibir del propio Federico el manuscrito con adiciones y tachones de Poeta en Nueva York poco antes de la muerte del poeta granadino muriera. Bergamín lo editó en 1940. El universo le da las gracias.

Lorca ya no estaba en este mundo cuando Machado, Bergamín y León Felipe coincidieron en el Majestic. Pero Lorca y Felipe sí lo hicieron unos años ante en Nueva York, precisamente cuando este último daba clases en  la Universidad de Cornell y Federico descubría un nuevo mundo en la Gran Manzana.  Una oportunidad que también le sirvió para explorar su mundo interior y sentimental, que todavía no tenía cartografiado del todo.

Las huellas de Machado aún pueden verse en el hotel. Justo a la entrada, bajo los arcos del hall luce una placa de mármol sufragada por la Sociedad cultural andaluza Almenara,  que se colgó en 1989. Y durante unos cuantos años, hasta 2016, el hotel le dedicó una suite (la única con un nombre propio) y donde había colgados dibujos y retratos suyos.

El poeta ocupó dos habitaciones en el Majestic durante tres semanas con su madre, su hermano, su cuñada y tres sobrinas. Monique Alonso, estudiosa desde hace décadas de Machado(desde que era alumno del profesor Tuñón de Lara)  y fundadora de la Fundación Machado de Colliure recuerda que las tres sobrinas, Eulalia, Carmen y Mary, “disfrutaron mucho en el Majestic ya que era la primera vez que estaban en un hotel tan grande y tan lujoso, con comidas servidas con manteles por camareros, según ellas, muy atentos”.

Pero para Don Antonio, el hotel estaba a años luz de una austeridad que le era más familiar: las comunidades no abandonaron a Machado en su segunda y última parada y fonda en Barcelona, pero obtuvo la tranquilidad. Ironías de la vida, la Torre Castanyer, perteneciente a la marquesa de Moragas, había recibido la visita de la reina regente María Cristina en 1888 con su hijo Alfonso XIII. La marquesa (que ante el avance de las tropas franquistas se refugió en Lourdes), cedió temporalmente el palacete a la asociación benéfica Socorro Rojo.

Fue en ese periodo que Machado publicó casi 30 artículos para La Vanguardia. Al menos el primero desde Villa Amparo, en Rocafort,  porque existe una carta enviada el 27 de marzo al diario. El resto seguramente los escribió desde Barcelona. Le costaba subir y bajar escaleras y en los descansillos organizaba sus tertulias con León Felipe o con quien se encontraba. En el Majestic sólo bajaba a las comidas.

 “Don Antonio estaba físicamente agotado y moralmente también. En Barcelona vio que ya no había nada que hacer, pero estuvo lúcido hasta el final, hasta el último momento”, recuerda Monique Alonso, fundadora de la Fundación Machado de Colliure. La lucidez y las artes premonitorias son evidentes en los artículos publicados en este diario.

La mayoría de sus análisis se centraban a criticar a las potencias como Francia y, especialmente, el Reino Unido de Chamberlain, por su neutralidad ante la Guerra civil española, que luego pagarían antes los evidentes movimientos de Hitler en el tablero europeo. La vanguardia. Seis de abril de 1938. Página 3.

 “Los gobiernos inglés y francés han preferido ayudar a nuestros enemigos, que son también lo suyos, con la llamada no ‘intervención’ y parecen desear nuestro exterminio, para entenderse con los triunfadores”. Machado parecía tener más calado al premier británico Chamberlain que Chamberlain a sí mismo.

Federico también tenía calada a Barcelona. Un tiempo atrás de su visita a Barcelona para el estreno de Doña Rosita, la última pieza que estrenaría antes de morir, el poeta granadino le escribe a su amigo Melchor Fernández Almagro: “En cambio Barcelona ya es otra, ¿verdad? Allí está el Mediterráneo, el espíritu, la aventura, el alto sueño de amor perfecto.  Hay palmeras, gentes de todos los países, anuncios comerciales sorprendentes, torres góticas y un rico pleamar urbano hecho por las máquinas de escribir. ¡Qué a gusto me encuentro allí con aquel aire y aquella pasión!”. Es un retrato perfecto de una Barcelona tal vez idealizada, pero ideal.

Fuente: La Vanguardia