La exposición, que muestra los fondos que Unicaja y la Academia Burgense custodian de los poetas, se despide este sábado de Sevilla.
Para que Antonio Machado escribiera a los campos de Soria, a las “tardes tranquilas, montes de violeta, / alamedas del río, verde sueño / del suelo gris y de la parda tierra”, y lanzara a estos parajes una pregunta estremecida: “Me habéis llegado al alma, / ¿o acaso estabais en el fondo de ella?”, antes hubo una estirpe curtida en la observación al aire libre, en las liturgias de la naturaleza.
Para que su hermano Manuel proclamara: “Hasta que el pueblo las canta, / las coplas, coplas no son; / y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor”, consciente de que “lo que se pierde de nombre, / se gana de eternidad”, también fue necesario un linaje de hombres y mujeres que amaron la palabra y una sabiduría que trascendía el tiempo.